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Abstract

En diciembre 2019 en Wuhan (provincia de Hubei, China) se notifican varios casos de neumonía, los mismos que más adelante se revelaron eran causados por un nuevo Coronavirus, para enero se afirma que el contagio se da entre personas y que la transmisión ya se había propagado fuera de China, por lo que, el Comité de Emergencias de la OMS, debido al alto brote de la enfermedad la establece como una emergencia sanitaria. El informe de situación de la OMS del 30 de enero señala la existencia de un total de 7818 casos confirmados en todo el mundo, la mayoría de ellos en China y 82 en otros 18 países. La OMS evalúa el riesgo en China como muy alto y el riesgo mundial como alto. (ORGANIZACIÓN MUNDIAL DE LA SALUD, 2020) Profundamente preocupada por los alarmantes niveles de propagación de la enfermedad y por su gravedad, y por los niveles también alarmantes de inacción, la OMS determina en su evaluación que la COVID-19 puede caracterizarse como una pandemia. (ORGANIZACIÓN MUNDIAL DE LA SALUD, 2020). A medida que avanzaba la pandemia en el año 2020, se pudo visualizar que hogares y empresas de muchos países no estaban preparados para soportar una alteración e impacto de larga duración en sus vidas e ingresos, por lo que a más de cargar con niveles de deudas insostenibles que con la pandemia se agudizaron, debían soportar en muchos casos la pérdida de sus familiares a causa de esta enfermedad.