Resumen:
El 17 de noviembre de 2021, la Organización Mundial de la Salud destacó que la etapa
de la adolescencia constituye un período crucial en la formación de hábitos sociales y
emocionales que desempeñan un papel fundamental en la promoción del bienestar mental. Esta
subrayó que a medida que aumenta el número de factores de riesgo a los que los adolescentes
están expuestos, también aumenta la magnitud de los posibles impactos en su salud mental.
El apego es una capacidad fundamental que guía a las personas a establecer y mantener
lazos afectivos con otros seres humanos a lo largo de su vida (Hazan & Shaver, 1987). Esta
habilidad se origina en la infancia, donde los cuidadores primarios, principalmente los padres,
proveen seguridad y protección, y luego, en la edad adulta, se refleja en las relaciones
interpersonales, como la pareja sentimental (Dykas & Cassidy, 2011; Manning et al., 2017).
Algunos de los elementos que pueden desencadenar niveles de estrés significativos
durante la etapa adolescente engloban la exposición a circunstancias adversas, la influencia de
la presión social por parte de sus pares y la exploración activa de su propia identidad. La
presencia de ansiedad y trastornos depresivos puede generar obstáculos considerables en la
participación escolar, el proceso de estudio y la ejecución de tareas académicas. El aislamiento
social puede amplificar la sensación de soledad, lo cual puede ser agravado por la presencia de
depresión, incrementando la preocupación en torno al riesgo de suicidio.
Según la teoría del apego propuesta por Bowlby (1979), “aquellos individuos que han
recibido protección y asistencia en momentos de amenaza o daño por parte de sus cuidadores
primarios, y han tenido una base segura para explorar el mundo, desarrollan un apego seguro
(Oliva-Delgado, 2004)”. “Las personas con un apego seguro tienen un modelo mental de
confianza en su entorno, así como una valoración positiva de sí mismos y de los demás (Pinedo-
Palacios & Santelices-Álvarez, 2006)”. Por otro lado, aquellos que tuvieron cuidadores ausentes
o con respuestas inconsistentes en la infancia desarrollan un apego inseguro, caracterizado por
modelos mentales negativos de sí mismos y desconfianza hacia los demás (Kivlighan et al.,
2017).
Descripción:
On November 17, 2021, the World Health Organization highlighted that the stage
Adolescence constitutes a crucial period in the formation of social habits and
emotions that play a fundamental role in promoting mental well-being. This
stressed that as the number of risk factors to which adolescents
are exposed, it also increases the magnitude of the possible impacts on their mental health.
Attachment is a fundamental capacity that guides people to establish and maintain
emotional ties with other human beings throughout their lives (Hazan & Shaver, 1987). This
ability originates in childhood, where primary caregivers, primarily parents,
provide security and protection, and then, in adulthood, it is reflected in relationships
interpersonal, such as the romantic partner (Dykas & Cassidy, 2011; Manning et al., 2017).
Some of the elements that can trigger significant levels of stress
during the adolescent stage encompass exposure to adverse circumstances, the influence of
social pressure from peers and active exploration of their own identity. The
The presence of anxiety and depressive disorders can generate considerable obstacles in the
school participation, the study process and the execution of academic tasks. The isolation
social can amplify the feeling of loneliness, which can be aggravated by the presence of
depression, increasing concern about the risk of suicide.
According to the attachment theory proposed by Bowlby (1979), “those individuals who have
received protection and assistance in times of threat or harm from their caregivers
primary, and have had a secure base to explore the world, develop a secure attachment
(Oliva-Delgado, 2004)”. “Securely attached people have a mental model of
confidence in their environment, as well as a positive assessment of themselves and others (Pinedo-
Palacios & Santelices-Álvarez, 2006). On the other hand, those who had absent caregivers
or with inconsistent responses in childhood develop an insecure attachment, characterized by
negative mental models of self and distrust of others (Kivlighan et al.,
2017).